Desde la certeza poética de la existencia, “hoy me desperté inhóspita, terriblemente poeta” Iván Onia nos da cuenta de las cicatrices que nos inflige el discurrir del tiempo. “Vivir es una huella” y el poema “son esas cicatrices que nos hablan y sangran”, nos recuerda Ada Salas. La palabra poética no sólo se irgue aquí como custodia de esa huella y horadar, también como pespunte, si no reparador, sí al menos mitigador. Palabra como dique contra la devastación del tiempo. La palabra poética, u hoja en blanco, en su defecto, se presenta como espacio de expiación y reflexión existencial y, por extensión, literaria.
La herida existencial es sometida al filtro de la razón, a través del alambique que supone la poesía en la alquimia de la palabra, la de una palabra que nos sobreviva.
De ti no quedan más
que estos fragmentos rotos.
Que alguien los recoja con amor, te deseo,
los tenga junto a sí y no los deje
totalmente morir esta noche
de voraces sombras, donde tú ya indefenso
todavía palpitas.
(Proyecto de Epitafio)
Nadie (1993-1994)
Guillermo Dreus
No hay comentarios:
Publicar un comentario