Dice Pedro Luís Ibáñez Lérida (Sevilla, 1963) : “ La poesía es un honesto acto de creación y, por tanto, de concepción del mundo”, y en esa tarea de elaborar un universo en el que la búsqueda e indagación de la luz sean paralelas a la construcción de la belleza con el instrumento esencial que definiría Machado , “palabra esencial en el tiempo”, confluyendo en un mismo sentido los vectores del ego autobiográfico, de la pasión, del deslumbramiento del mundo y el éxtasis en sus delicias, del contexto social e histórico y, sobre todo, de la poderosa influencia del dolor y la memoria , en un profundo y equilibrado sistema de fuerzas, con un fin determinado y claro: “ He venido para brotar/ vida en el desierto…”
Y esta vida brota en un manantial-libro El milagro y la herida, en el que como dice Francisco Vélez, en un magnífico prólogo: “…Aquí es donde hallo la verdadera solidez –insobornable- de este cantor que crea un estremecido verso con las pequeñas cosas hasta lograr esa visión lírica que reboza humanidad y luz propia…”… y ello con el instrumento adecuado, la palabra en “ El Poema, la muerte más detenida…”, dirá el poeta, en el Proemio que antecede al poemario junto al poema “Esta dichosa ascensión de la palabra” que “ recrea la llama cenital que aproxima/ el denodado y febril empeño en la luz.”
Consta el libro de tres partes, que constituyen tres niveles del yo trascendido: “Este tránsito: la senda hollada que dispone”, “En la contemplación; breve luz vencida” y “De esta levedad: ceniza de las pérdidas”. En la primera de ellas el poeta hace confesión y dice: “Vine para detenerme/ en las aguas de tu rostro…”, donde “ Brillan/ tus ojos como versos/ anotados en mi cuaderno.” y ese rostro se hace luz y sonrisa, cántico elemental, amparo : “Porque tu sonrisa es un canto,/ molinete de luz que me cobija…” y a la vez anhelo prodigioso que “ Hasta la extenuación me vive tu boca,/ habitada por la íntima palabra/ que te nombra como peces de agua,…” , aliento y soplo de vida , “ Hálito que se halla/ en la raíz de tu boca…” para elevar el amor a la sublimación : “ Destapas la carne mansa,/ la entibias en tu pecho. Colinas de cielos encendidos…”, libre de ataduras se pregunta: “¿A qué refrenar este delirio?/…/ Ensimismado en el sabor de los besos…”
En la segunda parte “En la contemplación; breve luz vencida”, el nivel asciende del yo personal e íntimo al mundo; incidiendo en el sentido colectivo, así elevará su proyecto: “Propongo situar un mundo nuevo/ y quiero que lo hagamos juntos/ dando silueta y forma al porvenir,…”, en el que la amistad pone un ritmo de corazones acompasados en la noche: “La noche extingue y cesa la palabra hueca;/ compartimos la deliciosa amistad paseando…”. Mas hay en esta parte un delicioso reconocimiento del mundo con detenimiento en el gozo de su descubrimiento: “¡Qué asombro poner el dedo en el cielo!” o “Qué estremecimiento es éste, que deshace /-sin el menor recato y pudor-/la somnolencia de esta tarde malva, / de efluvios nacientes en la fresca y tersa hierba…” , esplendor de la hierba que trasciende en olores: “ A alhucema, el aroma que nace / silvestre y libertario en el campo,…”, o la hermosa genealogía que tiene mucho de unión con el mundo, como esa confraternidad de los seres vivos entre si: “ Vengo de las raíces del árbol y su savia / como tinta verde que escribe el prado,/ el mirto, el jaguarzo, el romero; …” y el paisaje que se hace de nuevo vida conjugada: “Planea sobre los pajizos girasoles, / una cigüeña que morosa se aproxima/desde la verde perseverancia del olivar.” o espectacular fuego en el ocaso: “El cielo aventurado en el ocaso/ es un tren de cerezas mordidas,/ rojo almíbar de fuego esquivo/ que se apaga apenas prende…”, instantes sólo que subliman lo efímero.
“De esta levedad: Ceniza de las pérdidas” es la tercera parte, que de alguna manera vuelve a la primera en un juego circular como la vida misma, si allí el amor iniciaba un tránsito por la vida, aquí otra de sus formas se abre, ya no pasión ni descubrimiento sino dolor y ensimismamiento de la memoria, poniendo de alguna manera la charnela que une lo personal con lo colectivo. La sombra de la muerte de la raíz vital se hace aquí no sólo elegía sino rito: “… Voy poniendo / en la muerte que deshace,/lento discurrir de la memoria,/ el inveterado signo del rito…” , presencia en el recuerdo viviente: “En mí,/ porque fueron del rostro de mi padre,/ quedaron sus ojos celestes.”.Pérdida que a veces es tan presente que “Reconozco su acento,/ es el mismo;/ el dolor,/ hizo su voz,/ de plata dormida/ y fría.” , aunque “ …su ausencia/vacía mis labios.”
Libro de madurez, en el que los temas eternos de la poesía se manifiestan con la honda veracidad de su lirismo, no hay impostura ni artificio, verdad, verdad desnuda hecha palabra poética en un fondo tan bien diseñado como todo lo que sale del corazón. En cuanto a la forma, de una polimetría general que se decanta en algunos poemas con versos de arte menor constituyendo la parte más personal e intensa del libro por su ejercicio de síntesis que aviva el poder de la sugerencia: “En mi corazón/ besana de almagre, /color del verso”. Estamos pues ante un poeta que tiene aún mucho que decir y que además sabe decirlo.
1 comentario:
perdon he querido marcar interesante y he marcado aburrido...jejejjje....es muy interesante y entretenido ánimo!!! me encanta tu blog!!!!!!!!!
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