“Y el dolor se hizo luz”…este verso pertenece a “Negociando el dolor”, el primer libro de Mario Álvarez Porro, un poemario profundamente humano y existencialista, donde el dolor aparece como vivencia, sentimiento y enseñanza. No se aconseja en poesía los gerundios y curiosamente lo encontramos en el propio título, pero este uso no es gratuito, pues con él desea su autor reflejar en su obra un proceso de transformación, un recorrido que parte del subsuelo pero alcanza la altura, desde la terrible noche hasta el ansiado amanecer; pero también hay otro tipo de proceso al viajar desde el dolor personal a un dolor existencial. El poeta intenta describir ese sufrimiento ,del que nadie puede salvarse, un dolor que no solo siente o hace sentir, sino que se sumerge en él sin temor, en el que excava e indaga, con el que lidia cara a cara, al que llega a ver como lo único verdadero, según sus versos:
“y parece el dolor
la única verdad en el mundo”
Porque la vida nos guarda una sombra o cruz inevitable, un sentido trágico que tendremos todos, en un momento u otro, que afrontar, ya sea por la presencia amenazante de la muerte, por la nostalgia de lo perdido y ya imposible de recuperar, por cualquier desgracia o bien por un mal de amores, el dolor común que cualquier hombre o mujer puede hallar en sus pasos cotidianos.
En cuanto a su forma, se trata de un poemario muy elaborado y trabajado, en el que brilla tanto la forma como su fondo. En él experimenta con las palabras y sus límites expresivos y nos muestra una adecuación perfecta entre forma y significado o contenido, pues el poemario va cambiando de rasgos formales o de estilo conforme avanza y se va convirtiendo ese dolor personal en un dolor existencial. De este modo, cumple la tesis propuesta por el gran teórico ruso, Mijaíl Bajtín, quien habla de la materia motivada, es decir, que debe existir una íntima correlación entre la forma del texto y su significado. También nuestro Dámaso Alonso, dentro de la corriente estilística, afirmaba en la palabra poética una vinculación motivada entre significante y significado, pues tenía muy cuenta el nivel fónico, la evocación y sugerencia que podían producir los sonidos, identificando sonido/sentido.
Retomando la obra que nos ocupa, esta consta de una estructura ternaria, y puede decirse también que circular- a pesar de trabar un camino de aceptación y liberación- pues ultima con un texto, denominado anotaciones, en el que asienta en prosa lo expresado en verso: “La tensión del ser y la existencia a través del dolor, su estigma o su dignidad… Negarlo, y negar nuestro ser vivido y la capacidad de trascender a nuestras existencia, o nombrar el dolor y merecer ese don inesperado de conocimiento esencial con el que se nos ha ungido para la definición de lo exacto.”
Se inicia el poemario con Más allá de entonces, en esta primera parte muestra una poesía experimental, con influencia de las vanguardias, especialmente del surrealismo, y que nos recuerda a los novísimos. En ella encontramos un collage de versos, sin signos de puntuación, en el que aparecen varios planos: fragmentos narrativos, versos en cursiva intercalados y que forman un poema integrado dentro del primer poema, constantes puntos suspensivos con los que intenta apresar el silencio, el intento de expresar la música con la palabra, una estructura ilógica e irracional, asociaciones de imágenes con gran fuerza expresiva; con todos estos elementos y rasgos parece querer describir el dolor y su desgarro, el descontrol, el caos, el desvarío, en definitiva, la caída en el infierno.
“la sensación de la pistola en la nuca me da vértigo
mientras las paredes ya no escriben mi nombre
diagnósticos extraños…
urbanizacionesavenidas
plazascalles
residencialesyaúnasí
me alivia…
inspira
inyectarte-
espira
me
pruebas de sangre adulteradas
venas amnésicas…”
La ciudad es un elemento constante en su imaginario poético, aparece como testigo de su vida o incluso como parte de sí mismo, sirviéndose de la ciudad para describirnos su interior.
En Negociando el dolor, su segundo capítulo, va despojándose de artificios y la palabra poética se vuelve más coherente, consciente y racional, pues el sujeto poético empieza a reflexionar sobre su pena con el tono confesional e íntimo que confiere el uso de la primera persona. Sus poemas se hacen más breves, en busca de lo sustantivo, cercanos a la llamada “poesía del silencio”; en ellos predomina el tono elegíaco por lo que no fue, lo que se perdió de manera irrevocable, refleja su lúcida conciencia sobre el paso del tiempo.
“ahora que todo está perdido
algo se aleja
sin pertenecer a ningún sitio
la sensación
de que todavía es verdad
y ya nada saldrá bien
aunque te convenzas de lo contrario
no somos lo que deberíamos ser…
quizás sea la muerte
la única gran aventura
una experiencia casi de vida
para una existencia accidental
de fuego
por esta orilla…”
En su último capítulo, Un dolor diferente, sus poemas se reducen y recogen, conceptuales y abstractos, al tratar sobre el sentido trágico de la existencia, del que le salvan el amor, la fe en Dios y la propia poesía. En este capítulo llega la aceptación del dolor, con ella la liberación, y un día, el menos pensado, el amanecer lo encuentra.
“Soy del aire y del fuego
del temblor y la fe
la certeza de Dios”
Encontramos en este libro poemas bañados de espiritualidad y filosofía, de experimentación lingüística, una voz doliente y a la vez audaz ante el desgarro y una claridad inaudita, que solo se confiere a quienes han vivido y también reflexionado sobre la tormenta que sacudía su existencia y sobre su posible sentido.
Ana Álvea Sánchez