jueves, 21 de enero de 2010

Podríamos decir que hoy es un día perfecto y que la música suena alrededor de mi cintura

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Mi psicólogo dice que soy un ciego a la espera de lazarillo.Sin asustarme del todo, converjo con él en la apatía de mis emociones y también coincido en que la supervivencia de mi felicidad depende en primer término de la aprobación y afecto de los míos.
Sabiéndome irracional, fabrico mis cruces con palos exactos y persigo mis metas con vehemencia.Pero no, dice el psicólogo que las personas más felices no persiguen metas minuciosas y se complacen en la tolerancia. O eso me pareció entender.
Dice también que las conductas de hoy tienen mucho que ver con las conductas del pasado, que las obsesiones y recuerdos negativos, como un rechazo amoroso o una pérdida de empleo, distorsionan nuestra realidad y nos hacen actuar como un ciego sin su lázaro.
Me ha asignado un guía, un coagente que recurra mis ademanes, maneras y pronunciamientos cuando opte por no dejarme contagiar de angustias y miedos y por el contrario responda a los envites con dulzura y talento.
Me comprometo y prometo que pondré mi empeño y voluntad en no dejar con el culo al aire los postulados de mi psicólogo, que para eso le pago. Que no seré sarcástico ni borde ni irónico, mucho menos seré agresivo ni interrumpiré una conversación o intentaré hacer prevalecer mi opinión por encima de otro (toco madera y me digo: lo justo, solo lo justo).
Ahora salgo a la calle.Una chica de altísimos tacones cruza un paso cebra hablando por el móvil, camina despacio como quien pisa los pétalos sin llegar a romperlos.Las calles a estas horas no contagian su angustia ni miedos. Hay una sala en la noche abierta a los sueños. Justo cinco minutos antes de la nueva hora, prevalece una urgente humedad, como si una pestaña se extendiera por la almohada mientras se aventuran los pasos de la madrugada al día; al sofá le sobran los pies y el desamor. Sobre la cómoda cada gato con su foto: mansos, boreales; otras personas, otros retratos.
Podríamos decir que hoy es un día perfecto y que la música suena alrededor de mi cintura.

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© Alonso de Molina
Historias de cualquier otoño
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